El siglo XIX comienza convulso. Napoleón invade España y el país afronta su llamada Guerra de la Independencia, que para Sevilla tiene unas consecuencias nefastas, pues el general al mando de las tropas francesas, el odiado mariscal Soult, derriba iglesias y conventos de gran valor histórico a la vez que expolia obras de arte de gran valor artístico. Es además en este periodo cuando los territorios americanos se independizaron, poniendo punto final a una etapa en la que España y América habían ido de la mano.
La destrucción del patrimonio
Pero una vez pasada la guerra y los franceses de nuevo fuera de las fronteras de España, los daños hacia el patrimonio no terminan ahí, ya que esta vez es el propio país el que comete actos imperdonables. Las ideas del liberalismo político decidió que las murallas constringían a la ciudad, de manera que fueron derribadas sin ningún miramiento. Las mismas murallas que se mantenían en pie desde época almohade, con sus numerosas puertas que constituían buenos ejemplos de arte barroco y medieval, desaparecieron para siempre.
Por si fuera poco, de Madrid llegaron las órdenes de desamortización, es decir, legar al Estado aquellas propiedades de la iglesia que no dieran beneficios, además de suprimir todas las órdenes religiosas salvo las dedicadas a la beneficiencia. Tal vez en otros territorios españoles estas medidas tuvieron sus frutos, pero para una ciudad tan fiel a la Iglesia como Sevilla, en la que esta institución cuidaba o al menos, habitaba, en edificios históricos de importancia artística, supuso más bien un atentado al patrimonio sevillano al quedarse abandonados a su suerte.
La imagen romántica
Pero mientras que Andalucía, Sevilla y España olvidaba su historia, Europa mostró interés en ella, pero sólo a un nivel superficial y mítico que aún pervive hasta ahora. Fue la época del exotismo y romanticismo andaluz. Sevilla y Andalucía se mezclaron en una en el imaginario extranjero, convirtiéndose en la región de las cigarreras, el toreo, el bandolero, el pasado árabe y la figura del Don Juan. Todo ello inspiró libros y óperas que llegan hasta nuestros días, y que, aunque su aportación a la cultura sea de importancia y no sea totalmente falso, son más un reflejo acorde al movimiento cultural de la época que un acercamiento a la verdadera historia de Sevilla, que ha permanecido casi oculta para todos.
No obstante, también Sevilla participó del Romanticismo. Las Rimas y Leyendas del escritor sevillano Gustavo Adolfo Bécquer son un ejemplo, al mismo tiempo que construcciones como el Costurero de la Reina, que unido a su trágica historia dio lugar a leyendas que a los locales les gusta recordar.
Ya a finales de siglo Sevilla comenzó a modernizarse con construcciones en hierro como el Puente de Triana (Puente de Isabel II), el establecimiento del alumbrado público o abastecimiento de aguas, sin olvidar tampoco que es en este siglo cuando se establece la celebración de la Feria de Sevilla.
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Foto de portada: Antonio Marin Segovia
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