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Historia

Sevilla Renacentista

Con el emperador germánico en el trono español y soldados que iban incorporando poco a poco nuevos territorios americanos a la corona castellana, se inaugura lo que se ha llamado el Imperio Español, en el nunca se ponía el sol, que tuvo la hegemonía en Europa hasta el siglo XVII. 

El final del siglo XV y el siglo XVI son, sin duda, los años dorados de Sevilla. Es la época de las flotas de Indias, de las Casas Palacio, del arte mudéjar y renacentista, de los grandes artistas y mercaderes procedentes de toda Europa. A Sevilla la llamaron la Nova Roma. Se convirtió en el siglo XVI en la capital del mundo.

Sevilla, puerto y puerta de las Indias

El descubrimiento de América marcó un antes y un después en la historia de Sevilla. Hasta ahora había sido una de las ciudades más importantes de Castilla, pero en este momento se convierte en una de las más importantes de Europa.

Monopolio y Casa de la Contratación

La causa de ello tiene su origen en que las nuevas tierras descubiertas pertenecían a Castilla, y su reina, Isabel, otorgó el monopolio del comercio con ellas a la ciudad de Sevilla. Ello significó que sólo a su puerto fluvial podía llegar el oro y la plata americana, y que sólo desde él podían salir las lujosas mercancías con las que se comerciaba con el Nuevo Mundo. Ello atrajo a comerciantes, artistas y hombres de negocios de toda Europa, que hicieron aquí su fortuna, pero también a aventureros, exploradores y marinos que querían conocer las Indias que había encontrado Colón allende los mares. Sevilla se convirtió así en puerto y puerta del Nuevo Mundo.

El oro y la plata de América desembarcaba en el Arenal e iba directamente a la Casa de la Contratación, ubicada en el Alcázar. Era la encargada de todos los asuntos relacionados con América: ordenaba la salida de los barcos, las mercancías que se llevaban en ellos y los pasajeros que podían embarcar, al mismo tiempo que otras funciones como formar a los pilotos de las naves y administrar justicia en materia de su competencia.

Una ciudad floreciente

La burguesía europea encontró en Sevilla su lugar ideal para los negocios, lo que queda de manifiesto en calles con nombres de pobladores extranjeros como Alemanes o Francos. No hay que olvidar que los productos como el cacao o el tomate entraron a Europa a través de Sevilla, además de otros alimentos exóticos y extraños para el ser humano occidental.

Y con los mercaderes y sus riquezas arribaron artistas y científicos, floreciendo el arte y cultura que se plasmaron en construcciones como la Casa Lonja, el Ayuntamiento, las Casas Palacio o en manifestaciones como la creación de la Universidad de Sevilla, por maese Rodrigo de Santaella. Otro de los personajes ilustres que vivieron un tiempo entre sus muros fue Miguel de Cervantes, y fue aquí donde, según se piensa, comenzó a escribir su obra maestra El Quijote.

Fue tal la gloria de Sevilla que el mismo emperador Carlos V decidió celebrar su boda en esta ciudad, que tuvo lugar en el Alcázar. Para ello, se añadieron los escudos con el famoso lema “Plus Ultra” en diferentes estancias, el mayor orgullo del emperador y que hoy forma parte nada menos que del escudo de España.

«La ciudad del mal gobierno»

Pero mientras se levantaban grandes construcciones como el Ayuntamiento, el cuerpo de campanas de la Giralda y grandes palacios renacentistas, otros habitantes apenas tenían para subsistir. La pobreza campaba a sus anchas, y colectivos como marineros y gentes de mar optaban en su mayoría por vivir en el barrio de Triana, que por la condición de arrabal era más asequible a sus bolsillos.

Y es que no sólo fueron artistas y burgueses los que se asentaron en esta capital, sino también gentes de toda clase y condición que buscaban en Sevilla nuevas oportunidades, una salida de la indigencia a la que les había empujado la vida. Malhechores y truhanes intentaban hacer sus propios negocios. Ya en época medieval un desconocido había afirmado que Sevilla era la ciudad del desorden y el mal gobierno.

Y es que a ello se unió el hecho del establecimiento definitivo de la capital en Madrid. Si bien fue una decisión de Felipe II basada en la centralidad, es cierto que quedó lejos de ciudades como Sevilla, la capital financiera, para gobernarla, por lo que el gobierno local quedó en manos de sus funcionarios. Muchos y muy preciados eran los cargos municipales por el prestigio y la influencia que proporcionaban, circunstancia que la Corona aprovechó para salir de sus apuros económicos poniéndolos en venta. Comenzó así la corrupción y la hipertrofia del Ayuntamiento, que aumentó de forma exagerada la cantidad de sus componentes.

Estas características hicieron de la Sevilla del siglo XVI una ciudad abierta al mundo, en el centro de la primera economía globalizada, una ciudad llena de arte, caótica pero floreciente, y una inmensa torre de Babel, que maravilló a los viajeros de la época, como Joris Hoefnagel, que dejó en su grabado de Sevilla la famosa frase que ha pasado a la posteridad:

Quien no ha visto Sevilla no ha visto maravilla.


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Foto de portada: Flickr. Sandra Vallaure

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