El siglo XVII fue el llamado Siglo de Oro español. No en balde proliferaron grandes pintores, escultores y literatos que dejaron su huella en el arte, la historia y la cultura del país. Sin embargo, si el siglo XVI había sido el siglo dorado en Sevilla, el XVII fue el siglo de una crisis desarrollada paulatinamente, a pesar del desarrollo artístico de la ciudad.
Las grandes guerras europeas devoraban cada vez con más ansia los caudales que llegaban de América, aquellos que si bien durante el siglo anterior llegaron con regularidad cada año, ahora se demoraban y a veces había que esperar dos o tres años para la arribada de una flota. Ello se debía a la amenaza de los piratas y corsarios en las costas americanas, pues las guerras en suelo europeo se trasladaron también al mar.
El Barroco sevillano
Por otra parte, la Iglesia cobró un gran protagonismo por convertirse en el gran cliente del nuevo arte Barroco, y es que su objetivo era combatir el protestantismo en una lucha que se ha denominado Contrarreforma.
El arte cambia sus formas simples y rectas del Renacimiento por las curvas y los movimientos imposibles para sorprender al espectador y hacerle ver la grandiosidad de la Iglesia Católica. Los templos cristianos adoptaron estas formas y se llenaron de retablos dorados y recargados, y de pinturas religiosas que aún hoy se conservan, en un modo de educar en los preceptos de la religión a una población ya de por sí devota.
Es el siglo, por tanto, de la imaginería, es decir, la escultura en madera policromada, que representa en su mayoría la pasión y sufrimiento de Cristo, muy acorde pues a los objetivos de la iglesia de mostrarse contraria a la Reforma Protestante y causar emoción en los fieles. Hasta nosotros han llegado obras de grandes maestros como Martínez Montañés y Juan de Mesa, que incluso procesionan en Semana Santa, una fiesta que también se estableció en este siglo. Este arte barroco de la imaginería es muy apreciado y admirado por los sevillanos, y en cada iglesia se pueden encontrar obras de esta técnica, el arte sevillano por excelencia y que ha permanecido hasta llegar a nuestros días.
Pero en Sevilla nacen otros dos artistas considerados los grandes pintores españoles del Barroco: Velázquez y Murillo. Si bien en sus inicios ambos pintan obras de la vida cotidiana sevillana que son verdaderas fotografías de la época, el primero se muda a Madrid para ser el pintor de la Corte del rey Felipe IV, y el segundo permanece en Sevilla poniéndose al servicio del mejor cliente, la Iglesia. En el museo de Bellas Artes se conservan varias de las famosas Inmaculadas de Murillo, así como alguna obra de Velázquez, aunque muchas menos de las que se deberían debido al gran expolio francés en la Guerra de la Independencia años más tarde.
Crisis política
Pero mientras la Iglesia estaba en alza, el poder político entraba en crisis. Los reyes ya no gobernaban, sino que dejaban los asuntos del país en manos de sus “validos”, de modo que la crisis política sevillana quizás fuera un reflejo de lo que sucedía en Madrid. El caso es que los niveles de corrupción llegaron a su máximo, pues tan agobiante era la situación económica que los cargos para el gobierno de la ciudad, hasta hacía poco reservados a personas con méritos o de alta alcurnia, fueron vendidos en masa, aumentándose una situación que había comenzado en el siglo anterior, de manera que los que tenían caudales, como los comerciantes y mercaderes, poseían ahora en su mano el gobierno sevillano para adecuarlo a sus intereses.
Por si esto no fuera todo, Sevilla vivió su peor epidemia de peste. En 1648 la enfermedad llegó a puerto sevillano y se llevó consigo nada menos que a la mitad de la población, dejando a la ciudad en la devastación y pobreza. De esta época merece la pena visitar el Hospital de la Caridad, fundado por la gran persona de Miguel de Mañara, que siendo hijo de ricos mercaderes invirtió toda su fortuna en un Hospital para atender las necesidades de los enfermos. Este y muchos otros son los testimonios palpables que quedan en Sevilla de su apasionante Siglo Barroco.
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Foto de portada: Flickr. Son of Groucho
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