Sevilla, como gran parte de España, fue durante siglos territorio islámico. Los musulmanes introdujeron medicina, ciencia, música, higiene, técnicas de cultivo, lengua, cultura y arte, aportando así una gran riqueza que ha quedado en nuestra tradición.
Los visigodos llaman a los musulmanes
Tras la caída del Imperio Romano, Hispania, con Híspalis, fue conquistada por diversos pueblos germánicos, pero el que finalmente se asentó en estas tierras fue el pueblo visigodo. Después de varias crisis internas, uno de los dirigentes visigodos llamó a los musulmanes, situados al otro lado del estrecho, para pedir su colaboración para derrotar a su enemigo, con el que competía por el poder. Sin embargo, como pasó con los romanos, una vez en territorio andaluz, los musulmanes decidieron no marcharse.
Así empezó una etapa en la que todo este territorio recibió el nombre de Al-Ándalus. No obstante, no debe pensarse que durante los cinco siglos de poblamiento musulmán en Sevilla la historia se mantiene constante y lineal. Si bien la religión islámica fue el denominador común, fueron diferentes reinados y dinastías las que pasaron por Sevilla y por los demás territorios andalusíes.
Los musulmanes llegan a la Península en el 711, dando a escoger a la población si convertirse al islam o continuar con su religión a cambio de pagos. Los convertidos recibieron el nombre de muladíes y los cristianos el de mozárabes.
Córdoba es capital, dinastía Omeya
Mientras tanto, en Arabia, la dinastía Omeya, que hasta ahora la había gobernado, fue asesinada por su enemiga, la dinastía Abasí, salvándose sólo un miembro, Abd al-Rahmán. Por aquél entonces era un muchacho, pero eso no le impidió emprender una huida por tierras musulmanas ganando adeptos. Tras años recorriendo territorios islámicos, tan lejos llegó que finalmente terminó cruzando el estrecho de Gibraltar y se asentó en Al-Ándalus. Aquí se proclamó emir con el nombre de Abd al-Rahmán I y nombró a Córdoba su capital. Esta etapa, conocida como “Emirato de Córdoba” (756-929), se caracteriza por ser un reino independiente política y administrativamente de Bagdad, pero siendo aún súbdito de ella en los asuntos de fe. Sería más tarde, con Abd al-Rahmán III, cuando se produciría esa independencia también religiosa y se abriría una nueva etapa con el nombre de “Califato de Córdoba” (929-1031), en la cual el gobernante es no sólo un jefe político, sino también religioso.
Sin embargo, pocos son los restos que nos quedan de estas dos etapas en Sevilla, dado que el paso del tiempo ha impedido que se conserven. Los más llamativos podrían ser los vestigios de la Iglesia del Salvador, por ser construida como la mezquita mayor de la ciudad. También tenemos constancia de la construcción de una parte del Alcázar, aunque no nos hayan quedado restos. Por ello, conviene hacer una visita a la cercana ciudad de Córdoba, que vivió esta etapa en todo su esplendor.
El reino Taifa
El Califato terminó debido a las crisis internas, y Sevilla se convirtió, como los otros territorios, en un reino independiente, fueron los llamados reinos de Taifa. Ahora había un rey para una sola ciudad. El más querido y famoso de todos es el rey Al Mutamid, llamado “el rey poeta”. Con él Sevilla vivió su máximo desarrollo y su época de esplendor. El Alcázar se amplió con recintos palaciegos y la ciudad se llenó de artistas y literatos, propagándose un ambiente culto y refinado. Al Mutamid ha pervivido en la memoria colectiva de la ciudad y ha dado pie a varias leyendas sevillanas debido sobre todo a su historia de amor con la esclava (y luego esposa) Itimad.
Almorávides y almohades
Pero al otro lado de las fronteras los cristianos se hacían fuertes, de manera que Al Mutamid debió acudir en ayuda de los pueblos bereberes del norte de África para defender sus dominios, algo que, como no es extraño, se volvió en su contra. El pueblo elegido fueron los almorávides, caracterizados por un gran puritanismo en la religión islámica, quienes tras derrotar a los cristianos deciden también expulsar a Al Mutamid y quedarse en estas tierras, haciendo de Sevilla su ciudad principal. No obstante, poco tiempo después Al Ándalus les es arrebatada no por los cristianos sino por otro pueblo bereber, los almohades.
Y resulta que de ellos, los almohades, proceden la mayoría de los restos de época árabe que nos quedan en Sevilla. Al mando del rey Abu Yaacub se construyeron en Sevilla el puente de barcas, el Patio del Yeso del Alcázar, la Mezquita Mayor (ahora Catedral), y su alminar (ahora Giralda). Fueron también los almohades quienes construyeron las murallas de la ciudad que hoy conservamos, al igual que la famosa Torre del Oro.
Grande ha sido la herencia de los musulmanes, que nos han dejado nombres como Guadalquivir o la arquitectura intrincada del Barrio de Santa Cruz, inventos como el regadío, gastronomía, instrumentos musicales y palabras en el lenguaje.
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Foto de portada: Flickr. Mal B
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